Sonríe cada vez que le recuerdan que cumplió mil años y que sigue tan vitalista como el primer día. Abarca entre sus pináculos y torres el cielo de Pamplona y dibuja el horizonte de quienes se sienten parsimoniosos peregrinos en el acelerado tiempo que nos tocó vivir. Construida por la mano del hombre y sustentada por argumentos de fe, de historia y de arte, sus muros encierran poblados vascones, calzadas romanas, historias de burgos, de obispos, de reyes, de ceremonias nupciales, de aguas bautismales y de columbarios claustrales. La Catedral de Pamplona teje a diario entre sus muros el manto de la religiosidad, la virtud de la hospitalidad, el sonido de sus campanas y el rezo en cien idiomas con el denominador común de unas creencias impresas en el alma. Adornada de variopintos estilos arquitectónicos, superviviente de crisis y guerras, acunada por risas infantiles y leyendas ancestrales, sabe rendir tributo al pasado con la proa siempre apuntando al futuro…mil años son solo una primera etapa. Sonríe cada vez que alguien, por primera vez, cruza su dintel y se sorprende al descubrirla, como viene ocurriendo en los últimos mil años